Comentario
Tenemos un verdadero monumento literario en el libro sagrado de los mayas o Libro del Consejo, el famoso Popol Vuh, que llegó hasta el siglo XVIII secretamente transmitido por los indios de generación en generación, pero que tuvo la fortuna de ser rescatado para la posteridad por el padre dominico fray Francisco Ximénez, natural de Écija. Con razón llamó José Imbelloni al Popol Vuh uno de los génesis americanos, pues es equiparable a las versiones de otros pueblos sobre el origen del mundo y de los hombres, pero lleno de una plácida y sorprendente poesía.
El Popol Vuh es el ciclo mítico maya más coherente. En él se mencionan diferentes edades o creaciones, según la idea cíclica que sobre este tema tenían los indios mesoamericanos. Es una teoría evolutiva que, tras sucesivos perfeccionamientos, conduce a la humanidad actual. En el Popol Vuh, la narración de esta ontogénesis se inicia de la siguiente manera: "Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio, todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía." Los dioses estaban en el agua rodeados de claridad, y entonces dispusieron la creación: "Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas". Deseosos de ser adorados, los dioses tratan de lograrlo con animales, pero no consiguen que hablen, por lo cual ensayan a hacer un verdadero hombre de tierra y lodo. Este primer intento resulta fallido, pues los hombres se humedecían con el agua, se deshacían y no se podían sostener, por lo que destruyen su creación y tratan de nuevo con la madera como elemento primordial. Esta humanidad hablaba y pobló la superficie de la tierra, pero no tenía alma ni entendimiento, no pensaba en los dioses, y fueron destruidos por medio de un gran diluvio, y su descendencia son los monos que ahora habitan en los bosques. Por último, los dioses deciden emplear el maíz: "De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados".